viernes, 11 de mayo de 2012

Viaje en el tiempo


Abrió las puertas de aquel portal metálico, calentado por el ambiente y pesado de mover, mientras un cielo gris le vigilaba desde arriba y un aire cargado y ligero despeinaba el cabello sucio y enmarañado, despertándole del coma en el que llevaba desde que se había levantado esa mañana gris. 

No tenía porque irse a casa, a la que era su casa. Llevaba mucho tiempo sin volver a la que fuera la habitación en la que pasó demasiadas tardes lanzando una pelota de tenis contra una pared, leyendo sobre su cama, estudiando o simplemente llevando a alguna chica. Por esas paredes habían pasado muchos personajes, desde Sid Vicious hasta Jack Skeleton pasado Rent Boy y Sick Boy. Estos últimos le habían acompañado a la que ahora era no su nueva casa, un pedacito del pasado, pero sí el alto en el camino que tenía que dar para tener una propia; su propio hogar… suyo. Qué extraño sonaba decir que tendría algo propio.

Cada vez que salía del portal de ese edificio para volver a la que “es” su casa, tenía la sensación de llegar a una realidad distinta a la suya. Un mundo al que no pertenecía. Algo que murió hace poco, pero que estaba irremediablemente muerto. El viaje de regreso siempre era extraño. Salía del portal con su maleta gris y su portátil, en un ambiente acalorado pero con nubarrones grises sobre su cabeza. Hacía poco que los estudiantes habían dejado la ciudad y volvieron a los que seguramente todavía eran sus hogares, a los que estaba atados por vivencias y experiencias a lo largo de su corta vida. Sin embargo mientras Él caminaba por una acera desierta camino del tren que le llevaría a “casa” pensaba que cada paso que daba era un viaje a otra realidad. El tren era su particular nave hacia otro mundo, un mundo lleno de imaginería infantil y recuerdos, puesto que realmente era lo único que le quedaba en él para Él. 

Al bajarse del tren, ese aire impregnado de gasolina y humo de las locomotoras le hacía ver dónde estaba de verdad. Casi en casa. Todo le parecía distante, como si el tiempo allí pasara más despacio y tras subir al coche que lo llevaría a su destino, a medida que se acercaba todo iba más despacio hasta detenerse.

Volver a “casa” era como cuando escuchaba una vieja canción. Después de un tiempo le gustaba recordarla, pero siempre sabía la nota que vendría, una tras otra, y siempre le aburría. Al final siempre era la misma canción que escuchara anteriormente tantas veces, y cada vez que la escuchaba ésta pasaba más y más lenta, quedando menos de la sensación original.

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