domingo, 31 de octubre de 2010

Alienación del sexo

Es alentador ver pasar el tiempo a través de un cristal. Fuera la lluvia inunda las calles, a veces más fuerte, otras menos; e incluso llega a parar. Pero siempre llueve. Desde el dormitorio la cosa es distinta. Se palpa la calidez del ambiente, se siente sobre el bello de la piel, como una carga electrizante. En la cama, semidesnudo y sonrosado, está el cuerpo de una chica. Su torso está medio tapado por una manta gris. La sonrisa aparece de entre los pelos enmarañados, y sus mejillas están coloradas; fruto de la sensualidad del momento. No hay que pensar demasiado para saber lo que pasó allí. Un reguero de ropa va desde la cama hasta el pasillo del piso. Lo último que se ve a junto al colchón son unas braguitas sedosas de la “Guerra de las Galaxias” y unos calzoncillos de “Félix el gato”. Jóvenes… Él la mira de pie junto a la cama, con deseo e indiferencia. Es orgulloso, y creído. Su mente está emponzoñada de testosterona y sexo. Drogas: testosterona, sexo y el rock’n roll sonó hace un rato a modo de gritos. Para ella, una chica, sin nombre ni rostro en algún tiempo; ha sido un buen momento. Para Él otra inherente prueba de masculinidad… Otra inútil prueba. Solo sexo, puro y duro. Algo maravilloso y por fuera pasional, pero para Él solo es otra “cosa” más. Por dentro está totalmente deshumanizado, mecánico, alienado.

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