martes, 7 de septiembre de 2010

Una desconocida

El sueño le sumió en un profundo letargo, mientras, minutos antes, trataba de recordar qué hacía allí. Sus párpados caían por su propio peso y se veían incapaces de mantenerse arriba. Su mirada ya hacía que estaba perdida, mientras que su piel se recreaba en el suave tacto de las sábanas. El aliento que se escapaba por los labios parecía ser el último en cada exhalación. Sin embargo su respiración no cesaba, tranquila, y moviendo ese vientre de marfil. Curvo como una espada sarracena, y peligroso como ella. Más arriba sus ojos iluminabn un rostro que si no fuera por ellos parecía un cadáver. El maquillaje estaba emborronado, y solo quedaban restos de una sombra de ojos y un pintalabios que fueron usados hace varias horas. Con todo, la mirada parecía más profunda.

Su figura se retorcia entre las sábanas hasta que finalmente decidió levantarse. El pelo totalmente enmarañado. Sale de la cama, depacio y lucha contra el dolor de cabeza mañanero. La resaca le daría fuerte ese día. Miró a su alrededor para tratar de recordar rastros de las noche anterior. El sujetador estaba tirado en el suelo, junto a unos vaqueros arrugados y una camiseta verde de manga corta. En el escritorio, junto al portátil, estaban su cartera, sus llaves y su móvil. Le alegró ver que llevaba las bragas puestas, y más todavía porque reconoció que eran suyas (no quería volver a repetir aquella experiencia de levantarse con bragas ajenas). La ropa sucia se amontonaba en un esquina de la habitación junto a un montón de revistas viejas.

Recogió el sostén, se lo puso, y piyó una camiseta limpia del armario. Se dirgía al baño cuando imágenes inconexas pasaron por sus ojos. Eran de la calle de la ciudad, seguramente de la salida del día anterior, pues era de noche y había gente a su alrededor haciendo botellón en una plaza. Abrió la billa del agua para lavarse la cara y dejar que las gotas de agua fresca le despertaran lo que quedaba dormido en ella. Mientras tanto las imágenes se aolpaban en su cabeza y sin orden alguno. Poco despúes apareció el tío al que se había tirado anoche. Estaban en la cama del piso de él. Era guapo, pero no muy listo; porque no se dio cuenta cuando ella se levantó haciendo zigzag por su casa y marchó mientras dormía.

La cabeza le iba a reventar. Y todos esos recuerdos fugaces ayudaban poco. Había demasiadas lagunas en la noche anterior. Un concierto, lleno de gente, en una pequeña sala. Hací mucho calor. El ambiente estaba sobrecargado y ella no recordaba haber estado allí. Veía que todo daba vueltas a su alrededor mientras la música embriagaba aquel recuerdo, las paredes se desvanecían y el gentío se diluía entre las música.

No sabía dónde había podido estar la mitad de la noche anterior, pero parecía que se lo había pasado bien. Del chico tenía vagos recuerdos (no había sido tan “bueno” como para que permaneciera intacto… se pudo esforzar más) y del concierto: ni sabía cuando estuvo. Tenía que empezar a dejar de beber esa mierda que llevaban sus amigos al botellón. Fue a la cocina, un café haría maravillas en su estado, y lo que vio no le gustó. Un chica. Dormida en la mesa de la cocina (al menos parecía que respiraba) y sin pantalons, con un camisón que debía de estar en su armario, y con las bragas en el frutero… La chica parecia tener un sueño muy profundo, estaba totalmente desaliñada, y despedía un olor a alcohol considerable. Ella fue a lo suyo. Preparó un café, se lo tomó, y observó a la individua. “Qué cojones he hecho?” No le asustaba “explorar su sexualidad” pero lo de encontrarse a una desconocida con ropa suya y cuyas bragas estaban encima de un plátano medio podrido… en fin, sobraban palabras.

2 comentarios:

  1. Me encanta el título del blog :)

    Sobre el escrito... Simplemente no me gustan los botellones, las pilas de ropa sucia y la fruta podrida. Seguiré mirando.


    See U

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  2. Decadencia... me gusta.
    ¿Qué carrera estás haciendo?

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