-¿Cómo quieres
crecer? – Preguntó el hombre.
-Esa es una pregunta
jodida.
-Ya, bueno, sino no
te la haría.
-No te conozco.
-¿Y crees que yo a
ti si?
El tren entra en
otro túnel. La luces parpadean, y se escucha del fondo del vagón un ruido
metálico. Como si alguna parte de esta vieja cafetera, que a duras penas se
mantiene en la vía, estuviera a punto de resquebrajarse. Estaban solos en el
vagón.
Era Él y otro Hombre.
Sentado justo enfrente suya. Al otro lado de la mesa. En el asiento contiguo
había una mochila llena a reventar. Junto a ella una pira de libros, cuyas
tapas desgastadas, páginas amarillas y manchadas desprendían ese olor que guarda
toda biblioteca centenaria.
El aspecto del
Hombre no tenía nada llamativo. Era extrañamente normal. Totalmente normal. Iba
correctamente sentado y llevaba una camiseta gris ajustada de manga larga, unos
vaqueros oscuros y algo ceñidos, sumados a unos zapatos marrones y muy
desgastados. Parecía que llevaban un camino demasiado largo. Su rostro, era el
de cualquier hombre normal, aunque había algo extrañamente familiar. No había
ningún rasgo que destacara en nada. Nada concreto, ni nada llamativo. Pero a su
vez ese conjunto resultaba magnético. Sus ojos, ojerosos y oscuros, estaban sin
brillo. No podías ver ninguna luz reflejada. Esa barba de tres días junto al
pelo engominado de hace otros tantos denotaban una gran falta de higiene y aseo
personal. Sin embargo, no llegaba a oler
mal. Todo lo contrario.
El tren salió del túnel
con otro estruendo metálico. La luz del sol iluminó el vagón, dejando notar la
suciedad de los cristales, en los cuales ya ni se podía leer el mensaje de “Romper en caso de emergencia” y mucho
menos se encontraba cerca el martillo. Los asientos estaban agujereados, por
cada cráter salía algo de relleno y algún que otro muelle.
Él por el contrario
estaba estirado en el asiento. Sus piernas
casi tocaban las de su acompañante. Su pelo estaba limpio, pero sus
pantalones ya no tanto. No recordaba de cuándo podría ser esa mancha marrón
junto al bolsillo, ¿chocolate, tierra… otra cosa? Su camiseta desprendía un
repelente olor a sudor y sus zapatillas nunca fueron lavadas. Sin embargo su
cara sí era particular. Sus ojos verdes eran profundos, llenos de vida y con un
brillo que reflejaba todo el sol del vagón. Su sonrisa perfecta y milimétrica
dejaría a cualquiera rendida. Pero en conjunto… todo fallaba. Estaba vacío.
¿Qué podían mirar
con deseo y ansia esos ojos verdes que todavía no sabían apreciar los detalles que
marcan lo hermoso de banal? ¿Qué dirían esos labios cuando tuvieran que hacer
algo más que sonreír y posar, ya que su conversación no iba más allá de la de
un aula…?
-¿No me vas a
contestar?
-¿Debería?
-Bueno, era por dar
conversación. Este vagón no es lo que se dice una fiesta. Pero tampoco quiero
ser pesado, olvídalo.
Pasan los minutos.
Ninguno se mueve. Nadie dice nada. Porque, ¿qué habría que decir?
-¿Se puede escoger
cómo crecer?
-Claro. ¿Por qué no
se podría?
-Porque es un
proceso de desarrollo biológico sujeto a muchas variables. Se da de forma
natural y normalmente accidentada, con pruebas para el desarrollo del individuo…
-Estaría bien que me
contestaras tu, chaval, y no tus libros de clase. Quizá no sepas qué contestar.
De hecho, ¿sabes algo?
-Crecer solo es
crecer. Tener más libertades y responsabilidades. No tiene más ciencia.
-Ya pero podrás
escoger cómo, ¿no?
-Supongo. O no… no
lo sé. Pero imagino que vendrá solo.
-Ese es un
pensamiento muy cómodo. Y peligroso…
-Tío, tu flipas.
El Hombre se levanta
tranquilamente cuando se escucha una voz femenina y entrecortada por los
altavoces… “Próxima estación… Next
station…”.
-Pues estaría bien que
lo fueras pensado, niño. Podrías empezar por limpiarte esas manchas… que ya dan
un poco de asco.
-¿Qué tiene que ver
una cosa con la otra?
Él lo pierde de
vista cuando el tren para en otra estación. Está algo destartalada, y parece
tener poca, gente. Le recuerda a esos edificios de la Gran Vía, pero mucho más
sucia y penosa. A pesar de ver como se dirigía a la puerta, no ve al Hombre en
el andén. Tampoco en el vagón siguiente ni en ninguna parte. Pero tampoco tiene
muchas ganas. Acaba de empezar el viaje, y tiene ganas de pasarlo durmiendo.
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