domingo, 7 de noviembre de 2010

Abandonado así mismo

Nunca sonreía en las fotos. Allí en su viejo y destartalado escritorio miraba esas imágenes de hace años: 2,3, 4 o incluso 5 años atrás. A simple vista no parecía que hubiera cambiado mucho. Había crecido. Tuvo distintos peinados (a cada cual más gracioso). Ropa diferente. Se podía ver a través de imágenes parte de su vida, un pequeño pedazo sacado de su particular baúl de los recuerdos. Mirando se percató de que sí había un cambio bastante significativo. No sonreía. Era triste, porque daba igual el lugar y el contexto del momento, su cara siempre era la misma. Esa expresión cerrada y unos ojos que atravesaban paredes con la mirada. Sin embargo estaba cerrado. Nada podía ver dentro de ese rostro. Era triste ver como parecía la misma persona cuando estaba solo que acompañado. No se podía saber si su mente estaba en otro sitio, porque ni siquiera se sabía si Él estaba allí. Miraba las fotos una por una en la pantalla de su ordenador. El sonido del ventilador llenaba la habitación, mientras su respiración se contenía. No se podía reconocer. Sabía que ese era él, pero… ¿de verdad era esa persona? Sus gafas, de pasta y algo rotas, resbalaban poco a poco por el tabique. No podía verse. Parecía tan solo. Abandonado por sí mismo.

La visión de aquellas imágenes lo turbó. Se levantó y fue a la cocina. Abrió la nevera y mientras pegó un largo trago a la botella de leche imaginó como podía ser que uno mismo no se reconociera. No por su aspecto, sino por lo que parecía haber dentro. ¿Acaso soy así? Parecía una persona marcada, por dentro, con un hierro candente que lo había dejado estigmatizado. Llevaba en los ojos una marca. Y no era difícil saber cual. Terminó el trago de leche, la guardó, y se fue a acostar. Solo.

1 comentario:

  1. Uh, un gafapasta que bebe de la botella de leche que en realidad nadie tiene en su casa...


    (Pero tienes el secreto de los finales)

    El infinito un día será mío. Y no lo pienso compartir.

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