666 number of the beast

“666 the number of the beast…” La voz de la sirena Dickinson resonaba en su cabeza mientras sus ojos se centraban en el fuego. La hoguera de San Juan ardía, ya llevaba varias horas, y todavía quedaba mucha leña para seguir calentándose, cuando el frío ya se había posado sobre la playa. El sonido del mar quedaba tapado por los gritos de toda la gente, la mayoría borracha, con sus continuas idas y venias entre las hogueras.

Muchos de ellos parecían buscar carne fresca para pasar la noche junto a una hoguera, o en su defecto, estar tirados en medio de la playa, cerca de la orilla con un velo de noche y humo para disimular unas posturas bastante cariñosas.

Con varias parejitas de jóvenes alcoholizados dándose arrumacos en la arena Él ni se inmutaba. O prefería no hacerlo, porque a cualquiera le habría gustado ser uno de esos chicos… “Cabrones con suerte”

Sus amigos se sentaban, marchaban, iban de aquí para allá; unos borrachos otros menos. Pero Él seguía sentado, observando. A veces miraba la “afortunada” a la que había echado el ojo… una pena que la otra no se enterara, así que Él seguía sentado. Escuchando, mirando al cielo, oscuro y teñido de gris con la luz de las hogueras alumbrando la playa. Las estrellas casi no se percibían por el humo, que únicamente dejaba pasar un tenue brillo que pasaba desapercibido para todos los playeros que estaban de celebración. Los ojos se adormecían con la música de fondo, y sus manos se mantenían calientes gracias al calor de la hogera, mientras sentía el tacto de la arena, fría por el rocío incipiente… y la otra no le había hecho ni caso. Que nochecita… al menos le quedaba un mp3 lleno de batería, un fuego que no pararía de arder, y varias horas de ralax. La música nunca fallaba, ellas sí.