martes, 11 de mayo de 2010

Drem On

Estaba lloviendo en aquella jungla de hormigón donde siempre permanecía alguna luz encendida. Era de noche. La débil iluminación de las farolas de la calle apenas era perceptible con el aguacero que estaba cayendo. Casi no circulaban coches por la carretera, mientras que los pocos que se atrevían en aquella marejada iban despacio. Con miedo. No había una sola figura en las aceras que no perteneciera al mobiliario urbano. Se formaban pequeños riachuelos que discurrían por los bordes de la carretera, arrastrando la suciedad de la calle. Las flores de los árboles que poblaban las aceras se iban con el continuo discurrir del agua. La luna y las estrellas estaban tapadas ante una densa capa de nubarrones que no cejaban de descargar, mientras que el viento apenas soplaba. El tiempo parecía no detenerse con una atmósfera tan vacía y muerta.

Una figura asomaba por una de las calles. Él caminaba con paso firme bajo aquel diluvio. Su cabello estaba empapado y totalmente enmarañado. Llevaba una larga parca, desgastada y verdosa, sin capucha alguna. Unas botas marrones de senderismo le protegían los pies de los ríos que recorrían las aceras. Caminaba cabizbajo. Pasaba por cada farola mientras la tenue luz artificial iluminaba parcialmente su figura. Llevaba las manos en los bolsillos. Sus pantalones vaqueros estaban empapados, al igual que toda su indumentaria, y por su frente caía toda el agua de la lluvia, colándose por la nuca. Sin embargo Él semejaba no enterarse. Su ritmo no variaba. Seguro, tranquilo, decidido. Aquella marabunta de elementos no podía hacerle retroceder. Mientras, el viento soplaba más fuerte en su contra. Y Él seguía. La situación empeoraba. El viento creaba figuras en el aire con los pétalos de las flores que bailan junto a las gotas de lluvia, a la luz de las viejas farolas. Los carteles de neón de la ciudad parpadeaban de forma alternante, mientras todos los establecimientos estaban cerrados. El agua caía por las paredes de aquellos edificios del centro. Por las ventanas de las casas, a través de las cuales escapaba algo de luz a la calle. Por los tejados y canalones… Por todas partes.

Llegó a un portal. Abrió la puerta. Era de madera, con un tosco barniz castaño que no impedía ver unas grietas que reflejaban sus años. Se arrastró, ahora de forma pesada, sintiendo toda aquella agua correrle por el cuerpo como una carga. Subió las escaleras. Abrió la puerta de un piso. Atravesó un pasillo cuyas paredes de papel pintado de un azul descolorido estaban rotas y con arañazos. Machas. Suciedad. Entró en un cuarto con una gran cama totalmente deshecha. Se tumbó sin quitarse la ropa, mientras el agua se filtraba a través de las sábanas. Hacía frío para estar en abril. Finales. Sacó de un bolsillo un par de CDs. Los abrió. Olió ese aroma plástico de la música que acababa de adquirir. Ojeó los libretos uno por uno, detallada y minuciosamente. Casi maníaco, y como si ello formara parte de algún ritual. Como no tenía forma de escucharlos, se quedó pensando en todas aquellas canciones, de épocas tan distintas y grupos tan diferentes, que marcaban uno por uno distintos recuerdos de su memoria. Desde “Starway To Heaven” a “Dream On” …

“Every time that I look in the mirror
All these lines on my face getting clearer
The past is gone
It went by, like dusk to dawn
Isn't that the way
Everybody's got their dues in life to pay”

1 comentario:

  1. te echaba de menos!
    me encanta la foto de arriba y el "we're just fucking teens"
    ah, y dream on :)

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