viernes, 8 de enero de 2010

Cajas de cereales


Las cajas de cereales. Toda una ciencia. Años de mi infancia conviviendo con cereales diferentes. Diferentes tipos de maíz azucarado. Diferentes tipos de sabores, texturas, colores… Diferentes tazones repletos a reventar de leche y glucosa en cantidades industriales, suficiente para tirar abajo con nuestra blanca dentadura. Pero si había algo mejor que lo cereales, era la sorpresa que llevaban dentro. Esa sorpresa que aunque nunca llegáramos a usar nos entraba por los ojos. Que nos impresionaba en los dibujos de la caja con vivos colores, y caras de felicidad totalmente sintéticas de aquellos que las usaban. Una pena que siempre tenía que haber una decepción: cuando la caja estaba vacía. No había sorpresa. Nos quedábamos anonadados rebuscando el pequeño divertimento de plástico y metiendo la mano una y otra vez entre los copos de maíz. Pero al final siempre nos tocaba alguna caja que no tenía sorpresa.

¿Acaso puede haber algo más triste que ser como una caja de cereales sin juguete? ¿Más decepcionante? Imagino que sí, pero de todas formas es algo que me entristece.

Hace poco sería muy despreciativo, demasiado con gente así. La miraría con desprecio y una superioridad más que reafirmada por mi ego. Pero si lo comparo con una caja de cereales, por muy estúpido que resulte, más que desprecio me produce pena. Pena porque por fuera, ese sujeto, está edulcorado y empalaga como un chocolate demasiado dulce. Pero cuando nos fijamos un poco, o simplemente nos sentamos a pensar, nos percatamos de que todo es pura fachada. No hay interior. Y si lo hay, agoniza. Todo resulta ser un artificio de vivos colores que cuando se difumina, nos permite ver que realmente él no es así. Carece de personalidad. Carece de sinceridad. Y para mí, hasta carece de madurez. Siempre con un mensaje cargado y “pseudo-versado” pero que vacío. En otras palabras, que es una decepción. Te llevas un chasco, al igual que con la caja de cereales, y haces lo mismo que con la caja cuando se terminan tus dosis de azúcar, las tiras. Tiras a las dos, a la persona y a la caja. A la persona siempre en sentido metafórico, en otras palabras: si te he visto, no me acuerdo.

1 comentario:

  1. hala. me encanta esta entrada que metáfora más triste y más bien pillada.
    por supuesto, estoy de acuerdo. lo bueno es que si contamos las cajas defectuosas, sin juguete y las comparamos con las que sí lo tienen, e incluso con las que, por defecto de fábrica, tienen dos, creo que la ilusión del juguete de plástico es arrolladoramente superior. es lo bueno de la condición humana: es capaz de lo peor, pero tambien de lo mejor(y esto ya es opinión personal, claro)los buenos(los que son capaces de lo mejor)acaban ganando. O eso espero.

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