viernes, 4 de diciembre de 2009

Muerte de una historia de amor

Annie y Rob han muerto. Como todo escritor con complejo de dios los he matado, y por puro placer. Quizás algún día decida revivir su historia pero mientras tanto se quedarán en el cajón de la mesa (coño, una metáfora). Puede que cuando aprenda a escribir lo haga, así que ya podéis esperar sentados, porque va para rato. Mientras tanto me dedicaré a hacer como antes: a escribir sobre lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Desde llamar putero al primer ministro italiano o alzar sobre todas las cosas a un grupo de música. El caso es que no me apetece atarme a una historia. Solo quiero atarme a una cosa a mí mismo, a mis idas y venidas, a mis vueltas de cabeza, a mis idas de olla y mis principios tan personales, íntimos y deñados. A mí mismo: mi propia lealtad.

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