miércoles, 6 de abril de 2011

Biblioteca

-Tía!! Era enorme! Era como la hidra, el león de Nemea, o un bicho de esos!

-El qué?

-La mierda!

-Joder! Por qué eres tan asqueroso?

Hace calor, mucho calor. Nos encontramos en una gran sala de lectura de una de las múltiples bibliotecas que hay en Santiago de Compostela. Fuera, un calor de más de 25º a principios de abril resulta, cuando menos, inusual. Sin embargo, dentro se está a 20º, mientras en el piso -3, una fuente gotea agua poco a poco, a la par que su murmullo se confunde con el de bolígrafos que escriben, hojas que son pasadas, y comentarios que se pasean furtivamente entre las mesas.

Los dos que empezaron hablando están en una mesa llena. En la segunda planta del subsuelo de una biblioteca que fue edificada hacia arriba y hacia abajo. Rodeados de hojas garabateadas e ininteligibles, se miran el uno al otro; sentados enfrente.

-Oye, Carlota… Por qué hemos venido a la “biblio”? Podríamos haber hecho cualquier otra cosa. Como ir a tu casa.

-Estás de coña? Mis compañeras están, y ya tuve problemas con ellas la última vez que estuvimos. Además, también los vecinos vinieron a pedirnos que no hiciéramos tanto ruido en el piso.

-Eso es culpa tuya, yo no soy el que grita mientras follamos.

Cuando dice estas palabras el rostro de Álex cambia por completo y pone esa mirada. Con unos ojos entre el verde oscuro y el castaño que se clavan en los de ella con ese punto psicótico que aparece en momentos como aquel. Cuando las mira a los ojos, los suyos siempre cambian. Como si se tratara de otro… otro que mira a través del espejo.

Carlota, es la joven atractiva en toda regla. Es sencilla, tanto al vestir como al arreglarse. Le gusta ir siempre limpia y peinada, pero no es amiga de los perfumes o maquillajes. Sin embargo es una chica que no llama la atención, que milagrosamente pasa desapercibido a pesar de tener una piel de porcelana y unos ojos apagados y sin luz, que aún con todo, atrapan a cualquiera que la mire fijamente. Menos a Álex.

-Ya te he dicho que no me gusta que me mires así. Me das miedo.

-Así cómo?

-Con esos ojos. No pareces tu…

-Nunca te entiendo. Te miro como siempre.

Su físico posee unas curvas sinuosas por las cuales a más de uno le gustaría pasar. Sin embargo, su torpe forma de andar y sus gestos siempre tan toscos, eliminan toda femineidad posible. Su pelo es rubio, claro. Y sus labios unas finas líneas dibujadas con un pincel sobre un rostro de porcelana.

-No… ves, ahora sonríes de forma rara. No me gusta cuando estás así.

Un resoplido de él.

-Carlota, de verdad que no te entiendo.

Sin embargo, esa mirada acompañada de media sonrisa burlona todavía no ha desaparecido. Pero él todavía no es consciente.

-En serio. Para. No me gusta que hagas eso.

De pronto, cuando la vez de Carlota empieza a expresar una miedo de verdad, los ojos de Álex se vuelven de ese castaño oscuro y carente de luz que tanto lo caracteriza.

-Bueno… ya que no estamos estudiando. Vamos a follar?

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