lunes, 10 de enero de 2011

Tirando en la cama..

Está sentado en la cama, es por la tarde y fuera hay un sol invernal que calienta a los viandantes. El piso, sin embargo, está frío y Él está solo, tumbado en la cama, con su sudadera vieja y su pantalón de pijama con cuadros azules. Su ojos se centran en el teclado del portátil, mientras teclea frenético cada palabra como si fuera la última. Esta vez no hay nada que haga el momento especial. NI un espejo roto, ni una ex novia que lo marcara por dentro, ni un odio irrefrenable al mundo, ni una sensación de abandono… Simplemente está tumbado allí, entre las viejas sábanas de matrimonio de sus padres en una habitación de un piso cualquiera de estudiantes. Siente el calor subirle desde los pies que se encuentran debajo de la manta. Es un niñato inconformista, ingrato y que no vive acorde con su tiempo. En esa cama escapa del mundo real para evadirse en fantasías de adolescente en las que recrearse, mientras el tiempo pasa. Cuando no viaja a través de su cabeza lo hace a través de sus recuerdos, martirizándose con ellos, disfrutando con su propio victimismo acurrucado en sus sábanas de algodón. Allí, encerrado en sí mismo y en el puro “placer” del sufrimiento por el sufrimiento se encierra cada vez más en una continua espiral de la que no se puede salir, solo para tener la fantasía de que así los demás le harán caso algún día, de que se sentirá escuchado. Su mente no es como la de los demás y la realidad la distorsiona para seguir teniendo un pretexto y poder estar acurrucado en sábanas a modo de martirio y odio mutuo.

Sin embargo después de estar allí tirado compadeciéndose de sí mismo vuelve al extremo contrario. En lugar de ver una luz que lo saque de ese pozo de miseria al cual Él mismo se tiró, va más allá. Vuela más alto, y pasa de la auto compasión al orgullo, narcisismo y prepotencia. De pronto ya no es la última mierda, sino que es el nom plus ultra. Lo más y mejor. De pronto lo que antes había sido un error y una mala acción tratando con la gente se convierte en un golpe de autoridad ya que Él es mucho más que ellos, y por ende deben estar por debajo de él, las cosas deben estar en su sitio: y los inferiores abajo. Sus ojos cambian con cada conducta tan antagónica, sin embargo nunca llegan a brillar, como si ese brillo se hubiera apagado hace años y esa pseudo demencia de a la que le gustaba aferrarse fuera real.

A pesar de todo, Él era como los demás y la gente que le despreciaba, lo que le daba asco y deprimía a partes iguales, una por rebajarse al nivel del rebaño y otra por despreciar a sus iguales. Nunca había un término medio, así era Él. Un individuo de contrastes, porque cuando era gris, era peor. No sabía que ser, estaba sumido en aquel dualismo que lo mataba por dentro, le devoraba las tripas y la arrancaba la vida a bocados. No había nadie que se odiara y amara tanto así mismo como aquel esquema de persona que estaba tumbada en la cama. Esa tarde no había melodramas, ni mártires, ni nada… solo su mente y Él sobre un colchón en una habitación cerrada. Solo le faltaba que estuviera con paredes acolchadas y sería completo. Le gustaría ver ríos de sangre salir de sus venas, sin embargo se quería demasiado como para intentar nada… No era nada ni nadie, ni siquiera un buen narcisista. Estaba atrapado entre dos realidades de las que no podía escapar y rodeado de gente que asistía ver su circo personal. Todo por el espectáculo, pero para Él mismo, pues la idea que era el protagonista de su propia película lo hacía menos soportable todo. Porque nunca sería el héroe de la película ni el mártir, ni el renegado ni nada… solo era un extra dentro de su propia vida, así de ajeno se encontraba, sonriendo en una cama.

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