martes, 7 de diciembre de 2010

Hora de dormir

Está solo en la habitación. Nadie le puede molestar, mientras el suave murmullo de la brisa otoñal entra por las ventanas y acaricia con delicadeza las cortinas de seda con estampados florales. Su cama está en el centro de la habitación, con esas sábanas verdes que tanto desentonan con el papel pintado de la pared, y que sin embargo eran las favoritas de Mara. Como si llevara una gran carga sobre los hombros se sienta cansado sobre el colchón a pesar de que se levantó hace unas horas. El piso es un ático con vistas a un parque y desde los pies de la cama, donde Mauro está sentado, se pueden ver, si las cortinas lo permiten, el horizonte sobre los bloques de pisos de la ciudad.

Allí sentado hace balance, mientras observa las paredes y rincones del cuarto. La vieja foto de novios con Mara sobre el la cajonera del fondo de la habitación. El escritorio que compraron en la inauguración del Ikea con ese jarrón tan feo de porcelana que les regaló su madre. O la vieja videoconsola Spectrum que todavía tenía conectada un Telefunken de su padre y con la que jugaba de vez en cuando para recordar viejos tiempos (si la TV quería funcionar).

El caso es que Mara ya no estaba. Lo había dejado. El espíritu de eterno adolescente que Mauro destilaba ya no iba con ella, alguien que buscaba "algo donde asentarse". Tenía 30 años y todo se desmoronaba sobre sus hombros. Solo quería lanzarse por esa ventana para escapar de una ex, de un piso que nunca le gustó o de un trabajo como vendedor de grandes almacenes que siempre detestó por "contribuir a la expansión de la maquinaria capitalista".

Sin darse cuanta, aún manteniendo su juventud casi intacta, había ido perdiendo aquello que con 16 años imaginaba que sería para siempre. El ser periodista y destapar escándalos de multinacionales que "atentan contra la clase obrera", vivir en una casa de campo con un jardín en el que cultivar sus propias verduras "para poder autoabastecerse y abastecer a los demás"... Sin saber cómo se había convertido en lo que siempre detestó...

"Un día te verás votando a los conservadores..." le había dicho su padre cuando él y Mara se fueron a vivir a Hamburgo con 21 años para "cambiar las cosas". Ahora venía de votar a los conservadores para las próximas elecciones. "...y si no has despertado antes de todas esas ideas subversivas, te darás un buen golpe contra la pared". Así terminaban las palabras que le había dicho su padre. Y tenía razón. Pero Mauro no había abandonado del todo esas "ideas subversivas", porque nunca llegaron a morir del todo. Por eso Mara se había marchado. Por eso el estaba solo y sentado en esa cama un domingo a las 12.00h de la mañana frente a una ventana con cortinas de seda y preguntándose si aquello que había vivido desde los 16 era un sueño o real. Necesitaba volver a sentir que tenía sangre en las venas. Necesitaba volver a sentir eso que se vive cuando el sudor de un concierto te cae por los ojos, o cuando sacas la cabeza por la ventanilla del coche cuando conduces, o cuando corres perseguido por los hinchas del equipo de fútbol rival... Necesitaba volver a gritar que estaba allí ese chico de 16 años. Nunca lo dejaría atrás, pero sí que podía madurar. Con 30 años, solo y la discografía Led Zeppelin en su haber, se "lanzaría por esa ventana y atravesaría las cortinas de seda para atravesar esa pared contra la que se había dado. Pero antes, para que todo pareciera como si fuera un sueño, necesitaba dormir.

Se recostó, cerró los ojos, y se sumió. Cuando despertara siempre podría tener la duda de si era el sueño de un chico de 16 o su vida cayéndose, y la elección estaba clara.

1 comentario:

  1. Si actualizas tan rápido no me da nada de tiempo a decirte cosas, jolín.


    Tu cabeza parece mi estantería de libros: llenísima, caótica. Y me encanta.

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