Solo hubo una decente

La música había dejado de sonar. Solo se escuchaba el silencio. Estaba sentado en aquel sillón, que como todo su mobiliario, tuvo tiempos mejores. Sentía el suave tacto de aquella tela color verdoso, suave y polvorienta. Su cabeza estaba recostada contra una de las orejeras, pues era un sillón bastante clásico, como casi todo su mobiliario. Sus cejas estaban arqueadas, reflejando sus ansias de comprenderlo. Acariciaba sus dedos entre ellos notando el tacto de la piel y el sillón, buscando el contraste de sus manos callosas y la tela. Intentaba entender porqué todo le tenía que salir siempre mal con ellas… El género femenino. Se echó hacia delante, apoyando la cabeza sobre sus manos, y sus codos sobre sus rodillas, articulando una media sonrisa. Era gracioso. Él solo le había dicho que Lou Reed le parecía una mierda, y ella reaccionó muy bruscamente, le había jodido. Porqué todas las mujeres que conocía que amaban la música, también amaban a Lou Reed. ¿Acaso iba implícito? Era una putada. Ella siempre le hablaba de ese viejo cansino, de antes de que ambos nacieran. Él solo fue sincero. Lo que cada vez le parecía más un crimen. Se volvió a echar contra el respaldo del sillón, mirando en esa pared verde oscuro el poster de Led Zeppelin que tanto le gustaba. Se pasó la mano derecha por el cabello y se lo revolvió, como un signo más de su asombro. Era cierto que el comentario sobre “Lou” había derivado en una discusión que cruzó los límites de lo musical para adentrarse en lo personal. Ella le acusaba de dogmático. De egocéntrico. De prepotente. De muchas cosas, que salían de la boca de quien supuestamente le había dicho esas palabras: “Te quiero”. El problema es que eso dijeron las anteriores, y las anteriores… todas las que se cruzaron en su vida se lo acabaron diciendo, aunque ellas no terminaron tirándole un vaso de agua a la cara, en medio de una cafetería muy concurrida y llamándole imbécil. Eso sería una anécdota para recordar. Las anteriores había hecho otras cosas, pero no merecía la pena recordarlas. Y ya iban demasiadas. Volvió a mirar el poster de Led Zeppelin, para posteriormente entornar sus ojos hacia la ventana, sucia y llena de polvo. Quizás eran demasiadas. Quizás el estaba viviendo demasiado rápido. Se pasó la mano por la cara suavemente, notando como le rascaba esa barba de dos días que tanto le molestaba. Se levantó hacia el baño, encendió la bombilla que colgaba de aquellos tres metros cuadrados destinados a su higiene personal, y se miró en el espejo, que estaba encima del lavabo. Ojeras. Siempre las tenía y nunca se iban, menuda mierda. Puede que viviera demasiado rápido, que ya llevara a demasiadas en su lista. Hasta puede que debiera tomarse un paréntesis, sin ellas. Pero… había que seguir forzando. Qué más daba si una se daba una torta en un parque porque él dijo Rammstein no eran más que unos tarados que no recibieron suficientemente atención de pequeños y que ahora lo intentaban compensar haciendo ruido. Que Kurt Cobain no era más que otro músico colgado como otros que tuvo éxito con una puta canción. O que Green Day solo debían de haber sacado dos discos, porque todo lo que vino después era una mierda mayor que la anterior hecha para ganar dinero. Tenía unas opiniones que no solía guardarse. Que generaban un tanto de controversia. En el fondo sabía que ellas no eran el problema, aunque él solo quisiera sacarlas de ese pozo en el que vivían, pero que se pasaba con los comentarios. Que se jodieran él no iba a cambiar, sería el mismo tonto del culo arrogante. Eso le gustaba. De pronto recordó la única que no se lo tomó mal cuando le expresó su opinión. Clara. Fan de Lady Gaga (dolor…). Cuando él le dijo que esa/e solo era basura que mostraba algo de carne en sus actuaciones y videoclips, y que era “rara de cojones”; ella solo le dijo: “Lo sé. Es una mierda. Y como me gusta esa mierda.” Y tras decir eso, ella siguió acurrucada en el regazo de él. Terminaron porque ella le puso los cuernos. Una putada, esa tenía futuro.