sábado, 20 de febrero de 2010

Graniza y hace frío

Granizaba. El sonido de esos pequeños trocitos de agua helada caían sobre los techos de la urbe. Mientras en la zona portuaria las olas azotaban con fuerza los viejos muelles y embarcaderos de piedra. Los escasos transeúntes que circulaban por las aceras lo hacían con pies de plomo, todo resbalaba, y un mal paso podía resultar fatal. Los coches se movían como pequeñas tortugas con un caparazón metálico. Lentos, con miedo a dar su último giro. El cetro comercial, ese edificio que tan nuevo y detestado por los “lugareños” por tapar con su hierro y hormigón toda la hermosa línea de costa, que solo podía mostrar un visible enfado de los elementos, era un refugio justo en la zona donde más azotaban los vientos: en el maldito puerto. Los niños entraron con sus padres cuando el sol estaba en lo alto del cielo, con alguna nube que no se atrevía a cruzarse con él. Esos mismos niños entraron en la mole de hormigón, de lo que hoy llaman “diseño”, para ver más tarde desde sus cristaleras reforzadas todo ese maravilloso espectáculo de caos, cual ópera prima de la naturaleza. Una hermosa representación del tiempo, que infundía verdadero temor, pero que dentro de su caos resultaba perfecta para verla, protegido por un techo, sintiendo el frío calarte los huesos y viendo como el granizo golpeaba de forma continua y desgastaba esas piedras portuarias. Congelar ese instante habría sido algo mágico, pues Él lo contemplaba desde un soportal de ese centro comercial, que se alzaba como un refugio en medio de ese “abismo”. El viento le daba en la cara, arrastrando con él lluvia que caían junto al granizo, pero le daba suavemente, como una melodía. Él se abrazó a ella, esa chica que le acompañaba. Se acordó de una película: Amerincan Beauty, justo por un instante, miró al frente. Congeló la imagen. Ojala que esa imagen durara para siempre, aunque solo fuera de forma borrosa y como el trazo de un pincel sobre un lienzo vacío, sin llegar a ser nada, pero como el comienzo de serlo cualquier cosa. Después de eso podía suceder lo que fuera, pero Él se sentía conforme con todo, contento; satisfecho. Solo haría una cosa: abrazarla más fuerte.

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