lunes, 25 de enero de 2010

Después de la ducha

Hoy me apetecía tocar un tema muy especial: las “pequeñas cosas”. No, no acabo de ver Amelie. Tranquilos ahora no veo el mundo color de rosa porque Audrey Tautou haya metido la mano en un saco de lentejas, guisantes o garbanzos; por muy entretenido que sea. La verdad es mucho más sencilla. Todo me vino estando de pie en la ducha, con el agua cayéndome por encima, y cantando “Don’t look Back In Anger” de Oasis (banda a la cual le profeso un profundo odio, por lo que no deja de ser un momento más particular). No os diré que tenía una canción preciosa de fondo que me inspiró sensaciones y sentimientos. Tampoco mencionaré que la refracción de luz con una gota de agua proyectó un arco iris que abrió mi mente a lo desconocido. Todas esos comentarios están bien para los post profunditas, pero este es de los personales, sencillos y sinceros. Además había decidido ducharme sin música, no quería distracciones, ni que la voz de alguien a quien nunca conoceré resuene en mi cabeza. Nada más decir que estando allí, de pie, cantando; estaba feliz. Era algo normal, una de esas cosas diarias que hacemos todos los días, o deberíamos, algo tan sencillo como darse una ducha. No sé por qué, sin embargo, ese momento resultó agradable. Al secarme el pelo recordé otras situaciones parecidas, tan tontas como ciertas. Cuando Ella te acaricia el brazo estando acurrucada contra ti. Mientras tocas esa canción de guitar Hero que te encanta justo antes de irse a dormir, con el pijama y la bata de casa puestas, montando el número de estrella de rock. La sensación de realización que sientes cuando consigues tocar una canción por primera vez, casi sin equivocarte, pero una canción de verdad con un instrumento de verdad. La plenitud de que te llena el hecho de terminar ese libro que tanto te estaba gustando, y que por otro lado te apena porque ya lo has terminado, y cada sensación es diferente. El sonido de unos pasos por un adoquinado de piedra. Los sorbos ruidosos que le das a la sopa, al té; o cualquier bebida caliente, solo con la intención de escucharlos tú, pues en ese momento estás solo. Creo que son tantos momentos, tan aparentemente insignificantes, que no podría citarlos todos. Citarlos todos es lo que me gustaría, pues de esa forma podría recrearme en ellos: congelarlos. Hacerlos eternos durante un segundo en mi cabeza. Después seguiría con otro, y otro, y otro… hasta que al final únicamente me quedara un vacío que llenar con nuevos momentos. Cada vez que los congelaría resultaría triste pensar que ya los viví y nada más que puedo recordarlos. Pero al menos me consuela saber que los viví y eso me llega. Sé que todas esas “pequeñas cosas” están detrás de mí. Es alentador.

3 comentarios:

  1. Bueno, ya sabes lo que dicen... una al año no hace daño ;P

    ResponderEliminar
  2. ¡Esto parece un relato erótico! xD

    ResponderEliminar
  3. como molan las pequeñas cosas...
    aisssh no sabes lo que te pierdes por odiar a oasis ;) jejeje

    ResponderEliminar