miércoles, 7 de octubre de 2009

Manual para alumno desesperado

La profesión de estudiante es muy dura. Mucho. Las clases pueden llegar a ser muy duras, sobre todo si tienes 6 horas al día y 8 los lunes, como es mi caso. Llega un momento durante el curso en que uno ya no sabe qué hacer en clase. Teniendo en cuenta que atender puede ser peor que el no hacerlo (para nuestra desgracia no siempre tenemos esos profesores maravillosos de películas que nos hacen más listos solo con mirarnos a los ojos).

En mi caso las clases duran 50 minutos, y en ocasiones, eso 50 minutos pueden llegar a ser excesivamente largos…

Situémonos: tu profesora, que ronda los 60 o por lo menos los aparenta, no se mueve de su mesa. Durante ese tiempo te cuenta las idas y venidas de la literatura castellana del s. XVII. Su tono de voz es jodidamente constante y pausado, como si cada palabra que sale de su boca fuera a ser la última. Eso durante toda una clase y lo peor de todo es que debemos refrenar esas ganas intensas que comienzan a arraigar dentro de nosotros de saltarle encime y retorcerle el pescuezo como a un pollo (bueno, eso en unos casos, otros preferirán solo decirle que se calle).

Puesto que somos personas racionales y a pesar de las circunstancias seguimos dentro de nuestros cabales, aunque pensado: con la de veces que Cervantes pudo haber muerto, ¿por qué no lo hizo? (ahí ya somos presos de la desesperación). Bien, continuemos con el pensamiento racional, qué podemos hacer… No vale pensar algo pasajero, porque habrá más clases así. Debemos de pensar en un plan de emergencias a lo grande. Para todo el curso; para todas las clases.

Una de las opciones que tenemos durante algún rato es ir ojeando el libro, pero como las propiedades de la literatura del s. XVIII nos la trae más bien floja, no aguantamos mucho rato. Hablar con el compañer@ es imposible: todos están callados (o muertos) y solo se oye a esa vieja bruja y sus sueños húmedos con Lope. Hacer deberes es complicado, mucho descaro. Lo mismo que dibujar o dormir.

Sigues pensando, y muy rápido, pero el tiempo va cada vez más lento… Miras esas tijeras del estuche y piensas en cómo darles uso de una forma bastante útil (y no es precisamente el suicidio). Algunos cuentan baldosas, otros miran por la ventana y cuentan los coches, e incluso los hay que entre sudores fríos y los ojos inyectados en sangre miran fijamente al los ojos de la individua que está allí delante con la esperanza de que le reviente la cabeza o algo por el estilo. Pobres ilusos…

Tras todo esto descubrimos que incluso jugar con las tijeras y bolígrafos; lápices y gomas simulando la batalla de Agincourt, Pavía o Navas de Tolosa… pero no pasará mucho tiempo hasta que la señora salga de ese estado automático de habla continua no llame la atención con aspecto más que extrañado (normal) y toda la clase se gire para ver nuestra vergüenza. Con esto descubriremos que ser estudiante son es chapar como neurótico en la época de exámenes si no aguantar todo un curso con clases así sin que peligre nuestra salud mental o la vida de alguien…

1 comentario:

  1. oh yo tengo a mi particular Obaba en latín, es la persona más horrible que conozco... esa mujer es la razón por la que Wally se esconde...
    a sufrir unos mesecitos más y luego todo será LIBERTAD :)

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